martes, 5 de junio de 2012

Lo que sea

¿Recuerdan ese mito clásico en que Prometeo es encadenado por robarles el fuego a los dioses? Ahora me responderán, ¿Cómo no vamos a conocer el Prometeo encadenado de Esquilo?, (aunque puede que otros me tomen como a un pedante), pues es un título que me resulta musical, sugerente, simbólico, desbordante e incluso desconcertante. No sé por qué. El por qué de las cosas es demasiado abstracto, complejo y desquiciante. Por ello miles de personas han optado por “ir viviendo”. Eso podría ser un tópico, aunque no clásico, pero lo podría haber sido. Ni punto de comparación con el “carpe diem”, el “aurea mediocritas” o el “beatus ille” horaciano, pero el caso es que lo podría haber sido. El caso es que hay muchas cosas que podrían haber sido y no son, no obstante, siempre habrá un lugar para ellas, sin duda alguna, ese lugar en el que las mentes que viven en el pasado y que, más que el futuro, lo que odian, es el presente, pueden dar rienda suelta a su verborrea es la literatura. No pretendo hacer un monólogo interior al puro estilo de Joyce, de hecho, mi sintaxis es de lo más cuidada e incluso estoy pensando qué vocablos dan más musicalidad a este ensayo, relato, lo que sea… De hecho, mi mente no había pensado en “vocablo”, había pensado en “palabra”, pero “vocablo” es una palabra que me encanta. También me resulta sugerente, además, me hace recordar un conflicto verbal que tuve hace unos meses como causa de mi engreimiento en cuanto a la cultura. Me gustaría vivir en un mundo se sugerencias, o puede que lo detestase, no sé. SsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSs: si esto fuese lo más bello y artístico de este lo que sea, juro que abandono mi afán literario. Afán que nació cuando de pequeño, a los trece o puede que quince años, en el lugar menos idílico de esta tierra, en un lugar que si alguna vez hubiese contemplado Virgilio al escribir sus Bucólicas esa obra no hubiese nunca visto la luz por el trauma que él habría sufrido, supe encontrar belleza. Sentí un éxtasis en mis sentidos, tuve mi primer orgasmo metafórico (mas me hubiese gustado que fuese literal), recordé el famoso “esperpento” del que mi amigo Valle solía hablarme y supe que la literatura también me había llamado a mí. Solía imaginar la inspiración como a unas musas semidesnudas que venían a mi encuentro, pero esa imagen era mucho más vacía e insubstancial de lo que debía de haber sido. Ahora, treinta y dos años después, aún creo que no he escrito nada que valga la pena, y no será porque no lo haya intentado. Otros aledaños míos afirman que el hecho de que no sepa reconocer mi arte es parte más de mi pedantería, pero no es así, no quiero interiorizar, es una muestra de flaqueza, pero el caso es que mi pedantería es un refugio de mis inseguridades. ¡Ay! Que hastío causáronme tales inseguridades y paranoias, podría haber gozado, pero mi gozo le cedía siempre el turno a la paranoia de manera que nunca podía “carpe diem”, sino más bien siempre estaba pensando en el qué vendrá. Conocí a muchas mujeres, algunas de ellas realmente izas, rabizas, coimas, colipoterras, putarazanas y hurgamanderas (sí, lo he aprendido del gran Cela, no pretendo apropiármelo), pero esas no son de las que os voy a hablar. A la primera la llamaremos alfa, aunque la pueden llamar como guste. Era una loca obsesa con la vida extraterrestre. No sé de dónde le venía esa idea, la cuestión es que nunca le pregunté, muestra de mi egolatría, cuando alguien me habla de algo que no me resulta interesante, ni me digno a prestar más atención. Ahora me arrepiento de no haber intentado empatizar un poco con ella, pero era increíblemente diferente a mí. Ni que decir tiene que no poseía mi cultura, ni mucho menos, pero era una buena mujer, solía decirme lo que gamma tardó meses en decirme, y eso reconforta más de lo que pueda parecerles. Pobrecita alfa, que no te correspondía como tú buscabas, pero que pronto te repusiste y decidiste no decirme que ya no querías seguir con nuestros encuentros y buscarte un nuevo blanco de tus divinidades. En fin, tardé en aprender a olvidarla 19 días y 600 noches, pero la olvidé. De beta prefiero no hablar por ahora, simplemente diré que fue una de las relaciones más autodestructivas que he conocido, y además, larga. En cuanto a gamma… ¡ay, gamma! Hace días que no he vuelto a ver a gamma, y eso que desde el principio de nuestra “lo que fuese” se tomó por sendas partes como una aventura imposible porque ella era parte del más bajo proletariado mientras que yo soy un capitalista convencido. El sexo con ella era sinónimo de masoquismo, pero no piensen que le gustaban las cosas bizarras, ni mucho menos, además, lo más bizarro que por mis tiempos se conocía era la sodomía, y ambos pensábamos que se trataba de un exabrupto a la moral después de conocer que el personaje más enigmático de nuestros lares adoraba estas prácticas. Me refiero a que era masoquismo porque sabía yo que si empezábamos ella nunca iba a querer parar, y eso, para alguien tan conservador y atrofiado como yo era una auténtica aventura: la mañana siguiente tenía luxaciones y agujetas, a veces tan intensas que creía que se trataba de una úlcera. Era insaciable, y le gustaba sobre todo hacer. Yo asumía el cargo de sujeto paciente mientras que ella, el objeto activo. A veces le propuse hacer un giro copernicano al puro estilo kantiano, pero la voz me flaqueaba hasta tal punto que sólo podía emitir gemidos que se iban intensificando en función de cómo iba avanzando su afán provocador. Su olor me embriagaba, nuestros ojos se cerraban y sentía que alfa y beta nunca habían existido. Fue una excelente relación, es más, el hecho de usar el pretérito perfecto es meramente estilístico, puede que ame a gamma. Pero todavía queda mucho por vivir. Nuestra “lo que sea” se consolidó en los peores momentos en los que una “lo que sea” se pueda consolidar, pero fue magnífico. Fueron momentos inefables que por nada de este mundo permutaría. Cuando mi visión se nubla imagino la parte de tus pómulos que queda visible cuando me besas. Y ese olor es autodestructivo. Se me ha infestado en mis fosas nasales, me embriaga, me priva de la posibilidad creativodidáctica, me hace encajarme en un pensamiento pseudocontínuo, pero, ante todo, lo más importante, me hace más feliz. Hallome gracias a gamma en la cúspide de mi buena fortuna, ahora entiendo al Lazarillo, que con poco se conformaba. PD: Para Descartes Dios es el garante de la distinción vigilia - sueño. Lástima que sea atea...

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