jueves, 3 de enero de 2013

Hans Robert Jauss- La historia literaria como provocación de la ciencia literaria

“Si denominamos distancia estética a la existente entre el horizonte de expectativas previo y la aparición de una nueva obra cuya aceptación puede tener como consecuencia un “cambio de horizonte” debido a la negación de experiencias familiares o por la toma de conciencia de experiencias nuevas, entonces esa distancia estética se puede objetivar históricamente en el espectro de las reacciones del público y el juicio de la crítica: Existieron dos obras coetáneas: Madame Bovary y Fanny de Feydeau. Ésta última cayó en el olvido, pero ambas tenían como misión satisfacer las expectativas de un público que, como afirmó Baudelaire, estaba abjurado de todo romanticismo. El tema trivial del adulterio que retoman sendas obras en un entorno burgués da un giro sensacional al triángulo amoroso gracias a la inclusión de los celos. Las dos obras son consideradas como “réalisme”, y el distinto éxito de las obras deriva del horizonte de expectativas de los lectores de 1857, quienes no esperaban avances en el ámbito novelístico tras la muerte de Balzac: pero Flaubert supo innovar mediante su “narración impersonal” , mientras que Fanny ofrecía defectos por su estilo florido y clichés autobiográficos. Así pues, Mme Bovary alcanzó el punto crucial en la historia de la novela pues demuestra, por una parte, cómo la nueva forma estética puede conllevar consecuencias morales , y, por otra parte, por el escándalo que causo su juicio por la “ofensa de las buenas costumbres”, del cual salió sin cargos alegando que se trataba de una visión subjetiva de un personaje, porque Emma Bovary es <>: ¿Qui peut condamner cette femme dans le livre? Personne. Telle est la conclusión. No obstante, existen más ejemplos de relación entre literatura y moral canonizada, véase Brecht o Schiller con su sentencia <>".

En s'apercevant dans le glace, elle s'étonna de son visage. Jamais elle n'avait eu les yeus si grands, si noirs, ni d'une telle profondeur. Quelle chose de subtil épandu sur sa personne la transfigurait. Elle se répétait: J'ai un amani!, un amant! se délectant à cette idée comme à celle d'une autre puberté qui lui serait survenue. Elle allait donc enfin posséder ces plaisirs de l'amour, cette fièvre de bonheur dont elle avait déséspéré. Elle entrait dans quelque chose de merveilleux, où tout serait passion, extase, délire...
[Mme Bovary - F.]

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