martes, 8 de marzo de 2011

página 276 "La catedral del mar"

-¡No puedes!- gritó Aledís cuando Arnau le comunicó su decisión. Arnau la instó con las manos a que bajara la voz, pero ella siguió gritando-: ¡No puedes dejarme! Le contaré a todo el mundo...
- ¿Qué más da ya, Aledís?- la interrumpió él-. Estaré con el ejército. sólo conseguirás arruinar tu vida.
Los dos se miraron, escondidos tras los matorrales, como siempre. El labio inferior de Aledís empezó a temblar. ¡Qué bonita era! Arnau quiso acercar una mano a la mejilla de Aledís, por la que ya corrían las lágrimas, pero se detuvo.

- Adiós, Aledís.
- No puedes dejarme- sollozó.
Arnau se volvió hacia ella. Había caído de rodillas con la cabeza entre las manos. El silencio la incitó a levantar la mirada hacia Arnau.
-¿Por qué me hasces ésto?- lloró.
Arnau vio las lágrimas en su rostro; todo su cuerpo temblaba. Arnau se mordió el labio y se dirigió hacia lo alto de la montaña. ¿Para qué hacerle más daño? Abrió los brazos.
- Debo hacerlo.
Ella empezó a arrastrase de rodillas hasta llegar a tocarle las piernas.
-¡Debo hacerlo, Aledís!- repitió Arnau saltando hacia atrás.
Y emprendió su descenso de Montjuïc.

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