miércoles, 21 de agosto de 2013

Vacas, cerdos, guerras y brujas - Marvin Harris

- El macho salvaje

“El infanticidio femenino es una manifestación de la supremacía del varón. […] Me inclino hacia el punto de vista del movimiento de liberación de la mujer que sostiene que la “anatomía no es el destino”, dando a entender que la diferencias sexuales innatas no pueden explicar la distribución desigual de privilegios y poderes entre hombres y mujeres. […]
Somos la especie más peligrosa del mundo, no porque tengamos los dientes más grandes, las garras más afiladas, los aguijones más venenosos o la piel más gruesa, sino porque sabemos cómo proveernos de instrumentos y armas mortíferas que cumplen las funciones de dientes, garras, aguijones y piel con más eficacia que cualquier simple mecanismo anatómico. Nuestra principal forma de adaptación biológica es la cultura, no la anatomía.”

“Las mujeres controlan la crianza, y gracias a ello pueden modificar potencialmente cualquier estilo de vida que las amenace. […] Tienen el poder de sabotear la “masculinidad” de los varones. […] Dios sería llamado ELLA, y finalmente, esperaría que la forma de matrimonio ideal y más prestigioso sería la poliandria, en la cual una sola mujer controla los servicios sexuales y económicos de varios hombres”.

“Friedrich Engels, creía que las sociedades modernas habían pasado por una fase de matriarcado en la cual la filiación se trazaba exclusivamente por la línea femenina y en la que las mujeres dominaban políticamente a los hombres. En la actualidad, muchos movimientos de liberación de la mujer continúan creyendo en este mito y en sus consecuencias. Probablemente, los varones subordinados rechazaron y derrocaron a las matriarcas, y les arrebataron sus armas, estando entonces conspirando para explotar y degradar al sexo femenino. […] Hay un planteamiento incorrecto en esta teoría: nadie ha podido demostrar jamás un solo caso que fuera representativo del verdadero matriarcado.”

“Para comprender la relación existente entre machismo y guerra es mejor que examinemos los estilos de vida de un grupo específico de sexistas militares primitivos. He elegido a los yanomamo, un grupo tribal de unos 10000 amerindios que habita en la frontera entre Brasil y Venezuela. Napoleon Chagnon, profesor de la Universidad Estatal de Pensilvania y principal etnógrafo de los yanomamo, los ha denominado “el pueblo feroz”. […] El varón yanomamo típico alcanza la madurez con el cuerpo cubierto de heridas y cicatrices como consecuencia de innumerables peleas, duelos e incursiones militares. Aunque desprecian mucho a las mujeres, los hombres yanomamo siempre están peleándose por actos reales o imaginarios de adulterio y por promesas incumplidas de proporcionar esposas. También el cuerpo de las mujeres yanomamo se halla cubierto de cicatrices, la mayor parte de ellas producto de encuentros violentos con seductores, violadores y maridos. Ninguna mujer yanomamo escapa a la tutela brutal del típico esposo-guerrero yanomamo, fácilmente encolerizable y aficionado a las drogas. Todos los hombres yanomamo abusan físicamente de sus esposas. Los esposos amables sólo las magullan y mutilan; los feroces, las hieren y matan.
Un modo favorito de intimidar a la esposa es tirar de los palos de caña que las mujeres llevan a modo de pendientes en los lóbulos de las orejas. Un marido irritado puede tirar con tanta fuerza que el lóbulo se desgarra. Durante el trabajo de campo de Chagnon, un hombre que sospechaba que su mujer había cometido adulterio fue más lejos y le cortó las dos orejas. En una aldea cercana, otro marido arrancó un trozo de carne del brazo de su mujer con un machete. Los hombres esperan que sus esposas les sirvan, a ellos y a sus huéspedes, y respondan con prontitud y sin protestar a todas sus exigencias. Si una mujer no obedece con bastante prontitud, su marido le puede pegar con un leño, asestarle un golpe con un machete o aplicar una brasa incandescente en su brazo. Si un marido está realmente encolerizado, puede disparar una flecha con lengüeta contra las pantorrillas o nalgas de su esposa. […] Un hombre llamado Paruriwa, furioso porque su mujer tardaba mucho en complacerle, cogió un hacha y la intentó golpear con ella. Su mujer esquivó el golpe y se alejó gritando. Paruriwa le arrojó el hacha, que pasó silbando junto a su cabeza. Entonces la persiguió con su machete y logró desgarrarle la mano antes de que pudiera intervenir el jefe de la aldea. […] Chagnon piensa que algo de esto tiene que ver con la necesidad sentida por los hombres de demostrarse unos a otros que son capaces de matar.”


“Hasta los parientes próximos recurren con frecuencia a combates armados para resolver sus disputas. Chagnon observó por lo menos un encuentro entre un padre y su hijo. El joven se había comido algunas bananas que su padre había colgado para que maduraran. Cuando se descubrió el hurto, el padre se enfureció, arrancó un palo de los cabrios de su casa y golpeó violentamente la cabeza de su hijo. Éste arrancó otro con el que atacó a su padre. En un momento, toda la gente de la aldea había tomado partido y se asestaban golpes los unos a los otros.”

“Emboscadas, festines traicioneros e incursiones furtivas al amaneces constituyen las modalidades características de la guerra de los yanomamo. Una vez que sobrepasan la fase de jactancia y duelos, su objetivo es matar tantos hombres enemigos y capturar tantas mujeres enemigas como sea posible, sin sufrir ellos ninguna baja. […]
La captura de mujeres durante las incursiones sobre aldeas enemigas es uno de los principales objetivos de la guerra de los yanomamo. Tan pronto como un grupo realiza con éxito una incursión y se siente a salvo de la persecución, los guerreros violan en grupo a las mujeres cautivas. Cuando regresan a su aldea, entregan las mujeres a los hombres que han permanecido en sus hogares; éstos las vuelven a violar en grupo. Después de muchos regateos y discusiones, los incursores asignan las mujeres cautivas como esposas a guerreros particulares. Una de las historias más aterradoras sobre los yanomamo es la relatada por Elena Valero, una mujer brasileña capturada por un grupo incursor cuando tenía 10 años. Poco después, los hombres que la habían capturado comenzaron a pelearse entre sí. Una facción aplastó a la otra, mató a todos los niños pequeños golpeando sus cabezas contra las piedras y se llevaron a las mujeres supervivientes a sus hogares. Elena Valero pasó la mayor parte del resto de su infancia y juventud huyendo de un grupo de incursores para ser capturada por otro, volviendo a huir de éste, ocultándose de sus perseguidores en la jungla, y volviendo a ser capturada y asignada a diferentes maridos. Resultó herida dos veces por flechas con puntas envenenadas con curare, y tuvo varios hijos antes de lograr huir finalmente a un centro misionero situado en el río Orinoco.”

“En la actualidad, los yanomamo exhiben signos inequívocos de su reciente estilo de vida como indios “pie”. No saben cómo construir las canoas o remar con pagayas, aunque sus principales asentamientos se ubican en orillas o cerca de los ríos Orinoco y Mavaca. Pescan poco, aunque estas aguas son habitualmente ricas en peces y animales marinos. No sabe cómo fabricar pucheros de cocinar, aunque los plátanos se preparan mejor cociéndolos. Y finalmente, no saben cómo manufacturar hachas de piedra, aunque en la actualidad dependen de las hachas de acero para plantar sus huertos de plátanos.”

“Los yanomamo “se han comido el bosque” - no sus árboles, sino sus animales – y están sufriendo las consecuencias en forma de intensificación de la guerra, traición e infanticidio, y una brutal vida sexual. […] El hambre de carne es un tema constante en el canto y la poesía de los yanomamo, y la carne es foco de sus festines. Según relató Elena Valero, uno de los pocos medios de que dispone una mujer para poder humillar a un hombre era quejarse de su pobre actuación como cazador. Los cazadores yanomamo deben alejarse cada vez más de las aldeas para no volver con las manos vacías. Son necesarias expediciones de 10 o 12 días para retornar con cantidades importantes de grandes animales. […] La razón práctica y mundana para matar y descuidar sistemáticamente a más niñas que niños no puede consistir sencillamente en que los hombres obligan a las mujeres a hacerlo […]. Pienso que la respuesta tiene que ver con el problema de adiestrar a los seres humanos a ser despiadados y feroces. A mi modo de ver, hay dos estrategias clásicas que utilizan las sociedades para hacer a la gente cruel. Una es estimular la crueldad ofreciendo alimentos, confort y salud corporal como recompensa a las personalidades más crueles. La otra consiste en otorgarles los mayores privilegios y recompensas sexuales. De estas dos estrategias, la segunda es la más eficaz. […] El sexo es el mejor refuerzo para condicionar personalidades crueles, puesto que la privación sexual aumenta en lugar de disminuir la capacidad de lucha.”

“El mito de la mujer maternal, tierna, pasiva por instinto, es simplemente un eco creado por la mitología machista concerniente a la crueldad instintiva de los hombres. […] Uno u otro sexo debe ser adiestrado a ser dominante. Ambos no pueden serlo a la vez. Embrutecer a ambos equivaldría a provocar una guerra declarada entre los dos sexos.”




- El potlatch

“A principios del siglo actual, los antropólogos se quedaron sorprendidos al descubrir que ciertas tribus primitivas practicaban un consumo y un despilfarro conspicuos que no encontraban parangón ni siquiera en la más despilfarradora de las modernas economías de consumo. Hombres ambiciosos, sedientos de estatus, competían entre sí por la aprobación social dando grandes festines. Los donantes rivales de estos festines se juzgaban unos a otros por la cantidad de comida que eran capaces de suministrar, y un festín tenía éxito sólo si los huéspedes podían comer hasta quedarse estupefactos, salir tambaleándose de la casa, meter sus dedos en la garganta, vomitar, y volver en busca de más comida.
El caso más extraño de búsqueda de estatus se descubrió entre los amerindios que en tiempos pasados habitaban las regiones costeras del sur de Alaska, la Columbia Británica y el actual estado de Washington. Aquí, los buscadores de estatus practicaban lo que parece ser una forma maniaca de consumo y despilfarro conspicuos conocida como potlatch. El objeto del potlatch era donar o destruir más riqueza que el rival. Si el donante del potlatch era un jefe poderoso, podía intentar avergonzar a sus rivales y alcanzar admiración eterna entre sus seguidores destruyendo alimentos, ropas y dinero. A veces llegaba incluso a buscar prestigio quemando su propia casa.”


“Un jefe kwakiutl nunca estaba satisfecho con el respeto que le dispensaban sus propios seguidores y jefes vecinos. Siempre estaba inseguro de su estatus. Es verdad que los títulos de la familia que reivindicaba pertenecían a sus antepasados, pero había otras gentes que podían trazar la filiación desde los mismos antepasados y que tenían derecho a rivalizar con él por el reconocimiento como jefe. Por tanto, todo jefe se creía en la obligación de justificar y validar sus pretensiones a la jefatura, y la manera prescrita de hacerlo era celebrar potlatches. Éstos eran ofrecidos por un jefe anfitrión y sus seguidores en honor de otro jefe, que asistía en calidad de huésped, y sus seguidores. El objeto del potlatch era demostrar que el jefe anfitrión tenía realmente derecho a sus estatus y que era más magnánimo que el huésped. Para ello, donaba al jefe rival y a sus seguidores una gran cantidad de valiosos regalos. Los huéspedes menospreciaban lo que recibían y prometían dar a cambio un nuevo potlatch en el cual su propio jefe demostraría que era más importante que el anfitrión, devolviendo cantidades todavía mayores de regalos de más valor.”

“Según Ruth Benedict, el anhelo de estatus de los jefes kwakiutl era la causa de los potlatch. “Juzgados por las pautas de otras culturas – escribía -, los discursos de sus jefes son pura megalomanía. El objeto de todas las empresas de los kwakiutl era mostrarse superior a los rivales.” Según su opinión, todo el sistema económico aborigen del noreste Pacífico “estaba al servicio de esta obsesión””.

“El potlatch era un medio de comunicar a sus rivales que o igualaban sus logros o se debían callar”.

“Los “grandes hombres” como Atana o los jefes kwakiutl llevan a cabo una forma de intercambio económico conocida como redistribución. Es decir, reúnen los resultados del esfuerzo productivo de muchos individuos y después redistribuyen la riqueza acumulada en cantidades diferentes entre un grupo distinto de personas. “

“En las sociedades realmente igualitarias que han sobrevivido el tiempo suficiente para ser estudiadas por los antropólogos, no aparece la redistribución en forma de donación de festines competitivos. En vez de ello, predomina la forma de intercambio conocida como “reciprocidad”. La reciprocidad es el término técnico para un intercambio económico que tiene lugar entre dos individuos, en el que ninguno especifica con precisión qué es lo que espera como recompensa ni cuándo lo espera.”


“Entre los semai de Malasia central nadie expresa nunca gratitud por la carne que un cazador distribuye en partes exactamente iguales entre sus compañeros. Robert Dentan, quien ha vivido con los semai, descubrió que dar las gracias era de muy mala educación, ya que sugería o bien que uno calculaba el tamaño del trozo de carne recibido, o bien que se mostraba sorprendido por el éxito y generosidad del cazador.”

“Los esquimales explicaban su temor a los donantes de regalos demasiado jactanciosos y generosos con el proverbio: “Los regalos hacen esclavos como los latigazos hacen perros”. Y esto es exactamente lo que sucedió.”

“La redistribución comenzó a aparecer a medida que el trabajo requerido para mantener un equilibrio recíproco con productores muy celosos y sedientos de prestigio fue aumentando. […] Por ejemplo, tras la aparición del capitalismo en la Europa occidental, la adquisición competitiva de riqueza se convirtió una vez más en el criterio fundamental para alcanzar el estatus de “gran hombre”. Sólo que, en este caso, los “grandes hombres” intentaban arrebatarse la riqueza unos a otros, y se otorgaba mayor prestigio y poder al individuo que lograba acumular y sostener la mayor fortuna. Durante los primeros años del capitalismo se confería el mayor prestigio a los que eran más ricos pero vivían más frugalmente. Más adelante, cuando sus fortunas se hicieron más seguras, la clase alta capitalista recurrió al consumo y el despilfarro conspicuos en gran escala para impresionar a sus rivales. Construían grandes mansiones, se vestían con elegancia exclusiva, se adornaban con joyas enormes y hablaban con desprecio de las masas empobrecidas. Entre tanto, las clases media y baja continuaban asignando el mayor prestigio a los que trabajaban más, gastaban menos y se oponían con sobriedad a cualquier forma de consumo y despilfarro conspicuos. Pero como el crecimiento de la capacidad industrial comenzaba a saturar el mercado de los consumidores, había que desarraigar a las clases media y baja de sus hábitos vulgares. La publicidad y los medios de comunicación de masas aunaron fuerzas para inducir a estas clases a dejar de ahorrar y a comprar, consumir y gastar o despilfarrar cantidades de bienes y servicios cada vez mayores. De ahí que los buscadores de estatus de la clase media confirieran el prestigio más alto al consumidor más importante y más conspicuo.”

- El cargo fantasma

“Uno de los primeros europeos que visitó la costa Madang fue un explorador ruso del siglo XIX, llamado Miklouho-Maclay. Tan pronto como el buque ancló en tierra, sus hombres empezaron a distribuir como regalos hachas de acero, rollos de tela y otros objetos de valor. Los nativos decidieron que los hombres blancos eran sus antepasados. Los europeos cultivaron deliberadamente esta imagen no permitiendo nunca que los nativos presenciaran la muerte de un hombre blanco: solían arrojar en secretos sus cuerpos al mar y explicaban que los hombres desaparecidos habían vuelto al cielo.”

“Desde entonces, los nativos celebraron reuniones en las que acordaron que era poco práctico una nueva resistencia armada. Evidentemente, los misioneros conocían el secreto del cargo, así que lo único que los indígenas tenían que hacer era obtener la información de ellos. Los nativos acudieron en tropel a las iglesias y escuelas de la misión, convirtiéndose en cristianos entusiastas y cooperadores. Prestaron gran atención a la siguiente historia: al principio, Dios, llamado Anus en la mitología nativa, creó el cielo y la tierra. Anus dio a Adán y Eva un paraíso repleto de cargo: todas las carnes enlatadas, instrumentos de acero, arroz en bolsas y cerillas que podían utilizar. Cuando Adán y Eva descubrieron el sexo, Anus les arrebató el cargo y envió el diluvio. Anus enseñó a Noé cómo construir un enorme buque de vapor de madera y le nombró su capitán. Sem y Jafet obedecieron a Noé, su padre, pero Cam era estúpido y le desobedeció. Noé le quitó el cargo a Cam y lo envió a Nueva Guinea. Después de haber vivido durante años en la ignorancia y las tinieblas, Anus se apiadó de los hijos de Cam y mandó misioneros para reparar el error de éste, diciendo: “Debéis persuadir a sus descendientes para que vuelvan a mis caminos. Cuando me sigan de nuevo les enviaré el cargo de la misma manera que ahora se lo envío a los hombres blancos”.”

“Un líder del culto llamado Tagarab anunció que los misioneros siempre les habían estado engañando. Jesús era un Dios sin importancia, y el verdadero- el dios del cargo – era una deidad nativa conocida como Kilibob. Los misioneros habían logrado que los nativos rezaran a Anus. Pero Anus era un ser humano ordinario que sólo era el padre de Kilibob, quien a su vez era el padre de Jesús. Kilibon estaba a punto de castigar a los blancos por su perfidia.”

“Cuando la situación militar se deterioró, los japoneses cesaron de pagar los alimentos o el trabajo. Tagarab, que portaba su espada de samurái, protestó, así que fue fusilado. Los “antepasados” empezaron a saquear los huertos de los nativos, los cocotales y las plantaciones de bananas y de caña de azúcar. Robaron hasta el último pollo y cerdo. Después se lanzaron sobre los perros y se los comieron, y cuando se acabaron los perros, cazaron a los nativos y también se los comieron.”

“El cargo era el precio de la lucha por los recursos naturales y humanos de un territorio insular. Cada fragmento de misticismo salvaje se emparejaba con un fragmento de rapacidad civilizada, y la totalidad estaba firmemente fundada en sólidos castigos y recompensas en vez de fantasmas.”



- Mesías:
“Tras la aniquilación de sus seguidores en el asedio de Jotapata, Josefo se rindió y fue conducido ante Vespasiano, general romano, y el hijo de éste, Tito. Josefo [uno de los grandes historiadores del mundo antiguo, autor de La guerra de los judíos y Antigüedades judaicas] anunció que Vespasiano era el mesías que habían estado esperando los judíos, y que tanto Vespasiano como Tito serían emperadores de Roma. En efecto, Vespasiano llegó a ser emperador en el año 69 d.C. y como recompensa por sus palabras proféticas Josefo fue conducido a Roma como parte del séquito del nuevo emperador. Se le otorgó la ciudadanía romana, un aposento en el palacio imperial y una pensión vitalicia en base a la renta de fincas que los romanos habían confiscado como botín de la guerra en Palestina.”

“Durante la fiesta de Pascua en el año 50 d.C., un soldado romano levantó su túnica y se tiró un pedo hacia la multitud de peregrinos y adoradores del templo. Josefo escribe que “los jóvenes más impulsivos y los grupos alborotadores por naturaleza de la multitud se precipitaron hacia la batalla”. Se requirió la presencia de la infantería pesada romana, lo que provocó un pánico gigantesco en el que, según Josefo, murieron pisoteadas 30000 personas (algunos dicen que probablemente eran 3000). El ataque de Jesús contra el templo había coincidido con la peregrinación de Pascua del año 33. Como veremos, la preocupación ante la reacción de las masas de peregrinos como las que perecieron en el pánico del año 50, hizo que las autoridades judías y romanas esperaran la caída de la noche para detener a Jesús.”
“En síntesis: entre los años 40 a.C. y 73 d.C., Josefo menciona por lo menos cinco mesías militares judíos, sin incluir a Jesús o Juan el Bautista. Éstos son: Atrongeo, Teudas, el anónimo “canalla” ejecutado por Félix, el “falso profeta” egipcio judío y Manahem. Pero Josefo alude repetidas veces a otros mesías o profetas de mesías que no se molestan en nombrar o describir. Por añadidura, parece muy probable que el linaje entero de guerrilleros-bandidos zelotes descendientes de Ezequías a través de Judas de Galilea, Manahem y Eleazar, fuera considerado mesías o profetas de mesías por muchos de sus seguidores. En otras palabras, en la época de Jesús, había tantos mesías en Palestina como en la actualidad hay profetas del cargo en los Mares del Sur.”
“La revolución judía contra Roma fue provocada por las desigualdades del colonialismo romano, no por el mesianismo militar judío. No podemos juzgar a los romanos como “más prácticos” o “realistas” simplemente porque fueran los vencedores. Ambas partes emprendieron la guerra por razones prácticas y mundanas. Supongamos de George Washington hubiera perdido la Guerra de la Independencia americana. ¿Tendríamos entonces que concluir que el Ejército Continental fue víctima de una conciencia de estilo de vida irracional entregada a la quimera llamada “libertad”?”

- El secreto del Príncipe de la Paz
“Los Evangelios también indican que algunos discípulos llevaban espadas y estaban dispuestos a oponer resistencia a la detención. Justo antes de ser detenido, Jesús dijo: “El que no tenga espada, que venda su manto y se compre una”. Esto movió a los discípulos a mostrarle dos espadas, lo que indica que al menos dos de ellos no sólo estaban armados habitualmente, sino que habían ocultado sus espadas bajo sus ropas… como los hombres de puñal.”

- La gran locura de las brujas
“Uno de estos predicadores, el hermano Arnoldo, dijo en Suabia que Cristo volvería en el año 1260 y confirmaría el hecho de que el Papa era el Anticristo, y el clero los “miembros” del Anticristo. Todos ellos serían condenados por vivir en el lujo y explotar y oprimir al pobre. Federico II confiscaría entonces la gran riqueza de Roma y la distribuiría entre los pobres, los únicos cristianos verdaderos.”

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