Tocando él así una siesta, y reposando a la sombra el ganado, Cloe hubo de quedarse dormida. Y no bien lo advirtió Dafnis, dejó la flauta para mirarla toda, sin hartarse de mirarla; y ya sin avergonzarse de nada, dijo en voz baja de este modo: << ¡Cómo duermen sus ojos!, ¡Cómo alienta su boca! Ni las frutas ni el tomillo huelen mejor; pero no me atrevo a besarla. Su beso pica en el corazón y vuelve loco como la miel nueva. ¡Oh parlaras cigarras! ¿No la dejaréis dormir con vuestros chirridos? ¿Y estos pícaros chivos, que alborotan peleando a cornadas? ¡Oh, lobos, más cobardes que zorras! ¿Por qué no venís a robarlos?>>.
Cloe se complació con la idea de volver a ver por la mañana a Dafnis, y Dafnis, lleno de satisfacción por dormir con el padre de Cloe, lo abrazó y besó muchas veces, soñando que a Cloe abrazaba y besaba.
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