lunes, 13 de mayo de 2013

El viejo y la mar - Hemingway

Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y éstos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos.


¿Por qué habrán hecho pájaros tan delicados y tan finos como esas golondrinas de mar cuando el océano es capaz de tanta crueldad? El mar es dulce y hermoso. Pero puede ser cruel, y se encoleriza tan súbitamente, y esos pájaros vuelan picando y cazando, con sus tristes vocecillas son demasiado delicados para la mar.
Decía siempre la mar. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces, los que la quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer. Algunos de los pescadores más jóvenes, los que usaban boyas y flotadores para sus sedales y tenían botes de motor comprados cuando los hígados de tiburón se cotizaban altos, empleaban el artículo masculino, le llamaban el mar. Hablaban del mar como de un contendiente o un lugar, o aun un enemigo. Pero el viejo lo concebía siempre como perteneciente al género femenino o como algo que concedía o negaba grandes valores, y si hacía cosas perversas y terribles era porque no podia remediarlo. La luna, pensaba, le afecta lo mismo que a una mujer.

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