miércoles, 6 de marzo de 2013

David Copperfiel - Dickens

"Durante algún tiempo, vivo en la incertidumbre, pues desconozco los sentimientos de la señorita Shepherd, pero, finalmente, los hados me son propicios y coincido con ella en las clases de baile. La señorita Shepherd es mi pareja. Toco su guante y noto un escalofrío que me cubre por el brazo derecho hasta llegar a la punta de mis cabellos. No le digo ninguna palabra tierna, pero los dos nos comprendemos. La señorita Shepherd y yo estamos destinados a ser el uno del otro. [...] Si mi pasión por la señorita Shepherd es el motivo dominante, el único sueño de mi existencia, ¿cómo puedo llegar a romper con ella? Es algo que no puedo imaginar. Y, sin embargo, nuestras relaciones se van enfriando. Me llega el rumor de que la señorita Shepherd ha dicho que le gustaría que yo no la mirase tanto, y que prefería a Jone. ¿A Jones? ¡Un joven sin el menor interés! El abismo entre la señorita Shepherd y yo es cada vez mayor. Al pasar junto a mí, la señorita Shepher me hace una mueca y mira riendo a su compañera. Todo ha acabado entre nosotros."




Y, mi casi nula producción literaria, lo tiene a él como a agente:

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