Sentada junto a la ventana, en la oscuridad, me habló de Dora; escuchó mis elogios de ella; se dishizo también en alabanzas; y arrojó sobre su figurita de hada algunos rayos de su resplandeciente luz que la convirtieron en algo más precioso e inocente ante mis ojos. ¡Oh, Agnes, hermana de mi niñez, si yo hubiera sabido entonces lo que supe mucho después!...
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