viernes, 8 de marzo de 2013

David Copperfield -Dickens

La veneración que yo sentía por sus cabellos grises parecía mezclarse con la compasión que me inspiraba su fe en aquellos que le traicionaban, y con el odio a quienes le perjudicaban. La sombra inminente de una gran desgracia y de una gran deshonra, todavía sin contornos claros, caía como un borrón en el tranquilo lugar donde había estudiado y jugado el muchacho, y lo envilecía cruelmente.


Su atractivo fue en aumento a medida que pasaban las horas, y ya entonces me percaté de algo que estoy convencido ahora: en su afán por agradar, la conciencia de su éxito volvía aún más fina su percepción, sutil por naturaleza.

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