lunes, 8 de abril de 2013

David Copperfield - Dickens


> referencia metalingüística:

Tengo la impresión de que es una regla general. Al prestar juramento ante la ley, por ejemplo, los declarantes parecen disfrutar enormemente cuando llegan a una ristra de palabras altisonantes que expresan la misma idea; como cuando afirman detestar, abominar, abjurar, etc. Y los viejos anatemas se basaron en el mismo principio. Hablamos de la tiranía de las palabras, pero también nos agrada tiranizarlas a ella; nos gusta tener un ejército de términos superfluos a nuestras órdenes para las grandes ocasiones; pensamos que causan una excelente impresión y suenan bien. Al igual que en los momentos ceremoniosos somos poco exigentes con el significado de las libreas, si son lo bastante elegantes y numerosas, el sentido o la necesidad de nuestras palabras nos parece secundario si podemos organizar un bonito desfile con ellas [...]




Mientras bajaba un sinuoso camino por la ladera de la montaña, me invadió una débil sensación de belleza y de serenidad que llevaba mucho tiempo olvidada, una especie de sosiego nacido de la calma de aquel valle que yo veía brillar en la distancia. Recuento que me detuve una vez, con un sentimiento de tristeza que no era angustioso ni desesperado. Recuerdo que tuve casi la esperanza de que se obrara en mí algún cambio. [...] De pronto, en medio de tanta serenidad, me habló la gran voz de la naturaleza; y me invitó a descansar mi fatigada cabeza sobre la hierba, ¡y a llorar como no lo había hecho desde la muerte de Dora!


Si en aquel período de mi vida hubiera estado mucho con ella, supongo que, en un momento de debilidad o de desesperación, habría traicionado mis sentimientos. Era ese vago temor el que me había alejado de Inglaterra. Me habría resultado insoportable perder la más pequeña migaja de su amor fraternal; y, al delatar mis sentimientos, habría aflorado una tensi´n entre nosotros hasta entonces desconocida. No podía olvidar que era el único responsable de esa clase de sentimiento que yo le inspiraba. Si en algún momento ella me había querido con otra clase de amor (como a veces pensaba que podía haber ocurrido), yo la habría rechazado.

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