martes, 9 de abril de 2013

David Copperfield - Dickens

His lectis rebus, mi conclusión final es que Dickens es supremo, y que me gustaría que existiera un universo paralelo en que Copperfield y Emma Bovary existiesen en la realidad y se conocieran. Si a Agnes no le supusiera ninguna molestia, claro. O incluso si sí le supusiera.

Cuando llegó la Navidad, llevaba más de dos meses en casa. Había visto a Agnes a menudo. Por muchas alabanzas que me dedicara el público, y or grande que fuera el placer y la emoción que eso suscitaba en mí, el más pequeño elogio salido de su boca me parecía infinitamente más valioso.


- ¿Sabe algo más- pregunté con la mayor tranquilidad, mientras ella se sentaba en mi silla- de los amores de Agnes?
Me miró unos instantes antes de responder:
- Creo que sí, Trot.
- Su impresión, ¿se ha confirmado? - inquirí.
- En efecto, Trot.
Me miró tan fijamente, como si vacilara o sintiera pena, que hice acopio de todas mis energías para adoptar un semblante dichoso.
- Y lo que es más, Trot...- prosiguió ella.
- ¿Sí, tía?
- Creo que Agnes va a contraer matrimonio.
- ¡Que Dios la bendiga! -exclamé, alegremente.
- ¡Que Dios la bendiga! -repitió mi tía- ¡Y a su marido también!
Mi hice eco de su deseo, y, tras despedirme de ella, bajé con paso ligero las escaleras, subí al caballo y me alejé. Ahora tenía una razón de más para hacer lo que me había propuesto.


Apoyó sus suaves manos en mis hombros y contempló serenamente mi rostro.
- ¿Acaso no lo sabes todavía?
- Me da miedo hacer conjeturas. Dímelo tú, corazón.
- ¡Te he querido toda mi vida!



Pero, antes de su marcha, viajó conmigo a Yarmouth para ver una pequeña lápida que yo había hecho colocar en el cementerio en memoria de Ham. Mientras yo copiaba,a petición suya, la sencilla inscripción, le vi agacharse y coger un manojo de hierba de la tumba y un puñado de tierra.
- Es para Emily- dijo, guardándolo en su pecho-. Se lo prometí, señorito Davy.

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