miércoles, 17 de abril de 2013

El proceso - F. Kafka

Cuando, al llegar a este punto, K. se interrumpió y miró al silencioso juez de instrucción, creyó advertir que éste estaba precisamente haciendo una seña con la vista a alguien que se hallaba entre la multitud. K. sonrió y dijo: "Ahora mismo, junto a mí, el señor juez de instrucción está haciendo a alguno una seña secreta. O sea que, entre ustedes, hay gente dirigida desde aquí arriba. No sé si esta seña estaba destinada a provocar aplausos o silbidos, y, puesto que la he descubierto prematuramente, tengo plena conciencia de que con ello renuncio a comprender el significado de la señal. Esto es para mí del todo indiferente, y concedo al señor Juez de instrucción plenos poderes para dar órdenes a los empleados a sueldo que tiene ahí abajo y para que no lo haga con señales secretas, sino con palabras bien claras; que diga unas veces ¡silbad! y otras veces ¡aplaudid!




Todos formaban un único grupo, tanto los del bando de la derecha como los de la izquierda, aparentemente opuestos, y, cuando se volvió de pronto, vio la misma imagen insignia en la solapa del juez de instrucción, el cual, con las manos en el regazo, miraba tranquilamente alrededor.
- ¡Ah, muy bien! - exclamó K. y levantó los brazos, porque aquel súbito descubrimiento necesitaba espacio - veo que todos sois funcionarios, sois esa pandilla de gente corrompida contra la cual he hablado, habéis acudido en masa para escuchar y husmear, habéis aparentado que formabais bandos opuestos, y uno de los bandos aplaudía para ponerme a prueba. ¡Queríais aprender la forma de engañar a un inocente! Muy bien, no ha sido inútil vuestra venida, os habrá divertido el hecho de que alguien esperase de vosotros la defensa de la inocencia, o acaso... ¡Suéltame o te doy un tortazo! - gritó K.

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