domingo, 4 de diciembre de 2011

cuartetos.

Iluminaba la oscuridad el rosado sol,
tras las rocosas montañas, mi imaginación
aún podía ver tu bello cuerpo desnudo,
tumbado en mi cama esperando la decepción.

Las hojas rosadas de los cerezos caían,
y escuchando mis llantos de melancolía
sabían que nunca volverías a ser mía,
pero esa noche nadie me la quitaría.

Quisiera fundirme con el caliente sol
para que pudiese secar todas mis lágrimas;
quisiera poder pasear de tu mano en París
para que la gente pudiese verme feliz.

Ahora la vida y la muerte se enfrentarían
a una intensa lucha con un trágico final,
un final que terminaría con la ironía
de un ciego que espera ver el día de su final.


EL AMANECER
Sandra Pérez.

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