sábado, 24 de noviembre de 2012

Catetos

Para el trabajo de catalán iríamos a ese pueblo. Estaba a veinte minutos en tren. Teníamos el pase de tren mensual y no nos costarían denarios el viaje. Ella nos esperaría en la estación. A nosotros no nos apetecía ir porque no sabíamos nada de sus hábitos, pero lo que conocíamos sobre estos no nos gustaba, nos parecía una persona muy inquietante. Sin embargo, mi pedantería ansiaba una buena calificación en dicha materia, y él a aparte de mi compañero era mi amigo, por lo que accedió a realizar el trabajo con M también, la chica de ese pueblo y cuyas costumbres nos resultaban perturbadoras.
A y yo, en la estación, bromeábamos con una parte de terror sobre que ese podría ser nuestro último día en el mundo en el caso que M nos matase, ja, igual hasta había puesto una bomba en el tren, digno de psicokiller.
El tren avanzaba y los veinte minutos se hacían muy cortos. Sólo faltaba una parada y estábamos realmente abúlicos. La ataraxia, el tedio y el hastío eran el pilar fundamental de nuestra emocionalidad de aquella mañana. Llegamos a ese pueblo. Eran las diez y media. Ella todavía no estaba.
Llegó M y nos dio dos besos como saludo. Nos pidió que la acompañásemos a una librería pues debía realizar un pedido. Aceptamos a acompañarla. Por el camino me devolvió mis apuntes y me los devolvió pues afirmaba que resultaba mucho más rentable comprarse el dossier entero que fotocopiar todos los folios, pero me agradecía el desinteresado préstamo. El librero se esforzaba por hablar bien nuestro idioma, pero en un lugar aledaño a la capital era imposible no sentir que esa habla era muy forzada. En la librería nos mostró nuestra compañera los libros que se había leído. Todos eran de romanos, no en vano estudiaba con nosotros, pero me llamó la atención el hecho de que indicase uno en particular, Yo, Claudio. Me llamó la atención porque un profesor mencionó algo sobre una serie que hacían en su infancia llamada yo, Claudio. Creo que comentó algo de que era muy violenta e incluso sicalíptica. Salimos de la librería y nos dirigimos a su casa, que estaba en sentido contrario al de la librería tomando como punto de partida la estación. Llegamos al edificio en cuestión.
El edificio estaba en una zona que aparentaba ser conflictiva. Puede que fuera una de esas calles en las que viven las gentes con menos recursos, recluyendo así al enorme sector inmigrante y étnico, pero como no éramos de ese pueblo no lo podíamos afirmar.
- Éste es mi patio – sonrío gustosamente M mientras señalaba su rellano.
Yo nunca había oído que al rellano de un edificio se le llamase “patio”. El patio para mí era un corral, o un jardín, no un rellano. Sería que en ese pueblo se le designaría de ese modo, o tal vez fuese que en su familia se le llamase así, que ella estuviese buscando otro vocablo pero sólo le había surgido el decir “patio”. ¿Qué opina usted?
- Son cuatro pisos sin ascensor.
- Pero, allí hay un ascensor- dijo A.
- Sí, pero tiene llave, ya sabes, de esas que sólo pueden tener los que pagan el ascensor.
Yo me había preguntado para mí misma muchas veces si serían tan exageradas como ella afirmaba sus carencias económicas. Y lo eran, pues subir al cuarto piso sin ascensor puede ser muy pesado, especialmente si se deben cargar las bolsas de la compra. Ahora que conozco su contexto familiar, me compadezco de su madre, pobre mujer, subirá cargada como una mula todos los días para satisfacer los caprichos de su marido.
- Tengo un gato, siempre está corriendo por toda la casa.
Abrió la puerta que daba a su casa vista como habitáculo donde se realizan las funciones vitales. El panorama no mejoro. Los muebles aparentaban ser de los años cuarenta. No exagero, muchas veces sí, pero ahora no lo estoy haciendo. No estaba sucio, pero estaba todo muy recargado de objetos estúpidos, véase una foto de comunión en el salón principal con pequeñas fotos de carné enganchadas por su marco. Nos dijo que su padre y su hermano estaban durmiendo y su madre comprando. Eran las once y pico de la mañana y todavía estaban durmiendo, qué vagos y parásitos, como decía el ya nombrado profesor y como antes que él inventó Camilo José Cela en su perfecta obra La colmena. Pasamos a su dormitorio. Ella me había dicho que su habitación – que curioso, llamamos “mi habitación” al sitio en que dormimos y le añadimos un posesivo como muestra de nuestro afán dominador, pura metalingüística- era pequeña, pero no sólo era pequeña, también era angosta y atrasada de la actualidad cronológicamente. Ese atraso no era positivo, como habitaciones preciosas ambientas en otros tiempos, o con muebles de los noventa, - dios, como me gustan los muebles de los noventa con su enormes espejos, con sus vitrinas de color y su gotelé en las paredes - . Ese anacronismo sin beneficio alguno se basada en colchones de muelles deformados, con la cabecera de la cama con su nombre grabado y con mantas de color rosa pastel que aportaba un aspecto más horrible al aposento. Empezamos con el trabajo, o bueno, lo finalizamos.
No quedé satisfecha, yo podría haber hecho un trabajo perfecto haciéndolo sola. Pero el hecho de estudiar con A me hacía renunciar a una perfección absoluta con la intención de que mis conocimientos acrecentasen su nota. Bah, podría sacrificarme por él. No me gustaba el tema del trabajo, “Normalizar al catalán un texto no normativo de Bernat i Baldoví”. En fin, horrible, pero hecho, que era lo que más me importaba.
Nos dieron las dos, o posiblemente fueran las dos y cuarto. M nos dijo que ya estaba toda su familia y que deberíamos ir en ese momento a comer. Sí, íbamos a comer con toda su familia. Nunca había comido con familiares de amigos, y mucho menos de compañeros. Sólo había comido con la familia de mi amiga Me. Eso no había sido muy incómodo, pero esto sí que lo sería, pero teníamos que comer allí para acabar el ya aburrido trabajo.
Su hermana tenía la misma cara que ella, M, pero no parecía tanto una seta. Era más alta y más delgada que ella. Ya era madre. Su hija era una bebé que se llamaba Aitana. Ella se llamaba Anabel. Era la única de la familia que no parecía sacada de un manicomio. Estaba casada con un tal Marcos. Marcos era una persona horrible. Gustábale destacar con sus groserías. Era un cateto, muy probablemente analfabeto- y con este calificativo me refiero a no saber que el verbo haber es impersonal o a no entender las reglas de acentuación, las castellanas, de las catalanas ya ni hablo- que enseñaba sus dientes para parecer aún más gracioso. Era un maleducado y un mal padre. De hecho llevaba a su bebé en brazos y le golpeó la cabeza con el marco de la obsoleta puerta. La niña empezó a llorar y su madre la cogió y le gritó irresponsable a su marido. Pasámos A y yo al comedor y nos sentamos en un sofá muy pequeño.
El padre de M se llamaba Eusebio. En ningún momento se levantó del sofá, ni para comer. Pero sí que tenía la voz suficiente para insultar a su mujer, la madre de M, Juani, y para gritarle por el mero hecho de que cuando él se había despertado ella todavía no estaba en casa y por que la comida tardaba mucho en llegar. El otro hermano de M tenía 32 años y vivía todavía en la diminuta morada. Se levantó para comer y todavía iba con el pijama. Era el más delgado de la familia. Se llamaba como su padre, Eusebio. Bromeaba con su cuñado, la persona horrible.
Comimos entre burlas de la familia, observando el panorama de discusiones, enfrentamientos, tedio en los ojos de Juani, y vergüenza por pertenecer a la misma especie que aquella gente.
En esas situaciones uno se percata de que su familia es bastante normal. Y que uno es bastante más inteligente y que tiene un poso cultural lo suficiente considerable comparado con aquellos humanoides. Eran despojos sociales, especialmente el cuñado. Remitían al reflejo satírico que los países extranjeros tienen sobre nuestra patria. Las mujeres en aquella familia no tenían ninguna oportunidad, vivían por y para sus maridos. Los hombres no tenían en por qué esforzarse en nada. Eusebio hijo cuando acabó de comer se vistió – al fin- y se fue a hacerse un café al bar. El cuñado se lió dos porros cuando terminó de comer y se los fumó delante de la bebé, sin importarle los pulmones de ésta.
- ¿Los estáis viendo? – gritó levantándose de la mesa M- Pues no los vais a volver a ver porque les estáis dando una imagen…
Cuánta razón que tenía, ya no volveríamos nunca.
A y yo teníamos ganas de parar la discusión y decirles clara y constructivamente nuestra opinión sobre ellos. Aunque no se puede permutar la conducta de seres como esos, y sí, lo digo especialmente por el cuñado. Cómo gustaríame estar en un universo en el cual fuese posible argumentar y la gente razonase sobre la corrección de sus comportamientos.
Cuando pudimos fuimos a la estación. Nuestra compañera M no hizo alusiones a la comida, se percibía que ella también se avergonzaba de las primarias, banales e incongruentes aportaciones de algunos de sus familiares. Anabel ya se había intentado excusar del comportamiento de su esposo.
Me preocupaba mucho más el destino de la bebe, o del gato Copito, pero en aquella estirpe sólo faltaba Rubén.
Y, oh, pobre M cuando llegase a su casa todos los días y observara que formaba parte de un linaje de catetos e ignorantes que no tienen ni ambiciones ni deseos de permutar sus condiciones. Y qué contradicción entre la antagonía de su amor a sus parientes y vergüenza ajena. Y qué tedio el de la pobre Juani cuando no vea por ninguna parte compensaciones por su sacrificio. Sentía su vida tan desaprovechada como yo lo siento de esta tarde.
¿Cómo os puedo describir yo, oh lectores, lo inefable de aquellos sentimientos que recorrían mis entrañas mientras una servidora trataba de no alzar la mirada que aquel plato de macarrones con atún y chorizo que una mujer esclava había preparado por amor a su hija y por orgullo de que una mujer de aquella familia hubiese podido llegar cursas estudios universitarios sin ninguna impedimenta, y nunca mejor dicho (aunque evidentemente ese buena mujer nunca había tenido la posibilidad de conocer el real significado del vocablo “impedimenta”)?


[Por si faltara poco, he leído hoy a un ignorante citar a Cela, anonadada hallome].

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