Dicen que el tiempo lo borra todo... Leyó, de forma aleatoria, en el arrugado folio. Hizo una bola y lo lanzó de nuevo al suelo. Miró sus pies descalzos. A él ya le había borrado hasta el nombre.
Lo que no sabía era que, de haber seguido leyendo, su vida habría cambiado y los cartones se hubiesen convertido en pistolas.
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